ALFA Y OMEGA
Por: Alberto Carrillo Luvianos
El día en que un terremoto salvo a la Ciudad de México.
Siendo Virrey de la Nueva España Rodrigo Pacheco y Osorio, Marqués de Cerralvo, la Ciudad de México sufrió una de las peores catástrofes de las que se tengan memoria.
El 20 de septiembre de 1629 empezó una inusual lluvia, que continuó durante 40 horas, por tal motivo la capital Novohispana resultó inundada. El nivel del agua alcanzó un poco más de dos metros y la ciudad permaneció anegada durante cinco años, desde septiembre de 1629 hasta 1634.
En menos de un mes habían perecido ahogados o entre las ruinas de las casas más de treinta mil personas y emigrado más de veinte mil familias. La gente recurrió a la intercesión de la virgen de Guadalupe y las autoridades civiles y eclesiásticas acompañadas por gran cantidad de personas del pueblo, organizaron una procesión sin precedentes en la historia de México: a bordo de vistosas embarcaciones -canoas, trajineras, barcazas- la Guadalupana fue llevada desde su santuario en el cerro del Tepeyac hasta la Catedral de México.
El rey Felipe IV ordenó abandonar la ciudad y fundarla en tierra firme, en las lomas que se extendían entre Tacuba y Tacubaya o en Coyoacán, en esas estaban cuando un fuerte terremoto, septiembre de 1634, sacudió a la Ciudad de México y gracias a las grietas que se produjeron en el subsuelo, fue posible que se desazolvaran las aguas y de esta manera se salvó la ciudad.
En la actualidad podemos observar, en la esquina Francisco I. Madero y Motolinia , una cabeza de león, hecha de piedra. Ésta piedra indica el punto donde llego el nivel del agua durante las inundaciones que comenzaron el 20 de septiembre de 1629 y que azotó a la capital de la Nueva España por cinco años
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