Andrea M. Alvarado
Es sábado, son alrededor de las 7 y 8 de la mañana en temporada de vacaciones, mi abuelita que es de tez morena, cabello color miel que me ha visto como si fuese su propia hija desde que tengo memoria y yo a ella como a mi madre, y a pesar del paso del tiempo y de los años ella siempre se da tiempo para sus descendientes, pero también para los que ella llama "dulces compañías" refiriéndose a sus mascotas que son parte de nuestra familia, entre ellos estaba un gato llamado Gus que es muy curioso, pues su forma de ser es diferente e incluso diría que única en comparación con otros gatos, es de color blanco con manchas grises y sus ojos son hermosos pues uno era de color verde y otro de color entre azul y gris, le gusta sentarse a comer con nosotros en la mesa e ir a arrullarse en nuestras piernas cuando ya estamos dormidos, pero es muy cercano a mi abuelita y ella le tiene un gran cariño.
Terminamos de guardar todo, mi abuelita y yo nos preparamos un café de la olla con piloncillo que dejó un dulce aroma por toda la cocina, terminamos de arreglarnos y proseguimos a sacar nuestras bolsas y a cerrar todas las puertas de la casa con llave y como de costumbre mi abuelita le habló al gato y le dijo: "cuidas bien la casa, al rato regresamos" y proseguimos a cruzar la avenida y tomar una combi alrededor de las 9:30 de la mañana.
Llegamos a la terminal del metro cuatro caminos y cruzamos la calle para encontrarnos con mi tía que es de estatura promedio, delgada, cabello largo y de tono entre claro y oscuro; que ya nos esperaba en la entrada de la unidad en donde ella vive, pasamos por el estacionamiento y llegamos al edificio "Quito", mi tía abrió la puerta y pasamos por un cubo hasta legar al elevador, presionamos el botón con el número tres para subir hasta el tercer piso y salimos para dar vuelta a la derecha dirigiéndonos hacia el departamento 302 en donde la puerta se encontraba emparejada y mi tía nos abrió paso para entrar.
Mi primita con piel morenita, cuerpo delgado, estatura alta, cabello chino y de color oscuro, a quien considero como mi hermana menor; se encontraba sentada en uno de los sillones de color café con el celular en las manos y al vernos llegar, levantó la mirada y como siempre yo dejo las cosas que traigo para acercarme a ella, abrazarla y darle besos en la mejilla y pidiéndole que también me abrace fuerte y me de besos igual en las mejillas, pues me gusta demostrarle lo mucho que la quiero por ser como mi hermana menor y ser la más pequeña de nuestra familia.
Ella y yo nos fuimos a su recámara que se encuentra en la primera puerta en el pasillo y un lugar en donde puedo recordar desde el primer día en que la vi cuando era una bebé y también su progreso en los pocos años que lleva de vida y nos pusimos a jugar un rato hasta que mi tía y mi abuelita nos llamaron para ir a comer eran alrededor de las 3 de la tarde y debido a que mi abuelita nos ha inculcado costumbres de la religión cristiana y comenzamos a orar tomadas de las manos para lo cual, apagamos la televisión, cada una de nosotras en un lugar alrededor de la mesa de cristal con base de color chocolate con cuatro sillas mi tía y mi abuelita en una lateral y yo con mi primita en la otra cuando de un momento otro se encendió la televisión del cuarto de mi prima con un volumen excesivo, la cual se suponía que estaba apagada y se nos hizo extraño que eso sucediera. Mi tía fue a la recámara de mi prima para apagarla y continuamos orando, pero la televisión se volvió a encender con el volumen fuerte, esta vez mi abuelita le dijo a mi tía que la dejará así y que solo siguiéramos orando con ella, pero mi abuelita empezó a pedirle a alguien o algo más en el departamento con nosotras que se fuera de esa casa, pues no tenía nada que hacer ahí, algo que dentro de la religión se conoce como una exhortación, o al menos, eso es de lo que yo tengo conocimiento.
Mi abuelita concluyó recitando el Salmo 123 de la Biblia varias veces, mi tía volteo y gritó de espantó y algo de temor, pues podría sonar un poco "raro", pero volteamos al pequeño pasillo que lleva al baño y vimos que la escoba que mi tía había dejado recargada en la pared se había empezado a mover sola, mi tía, mi primita y yo nos acercamos a mi abuelita para abrazarnos con temor y nos abrazamos, mientras mi abuelita seguía orando hasta que la escoba calló al suelo y solo todo estaba en silencio mi abuelita nos dijo que nos tranquilizáramos y nos volviéramos a sentar a la mesa y volver a comer y abrimos la puerta para que entrara aire.
Mi tía fue a apagar la tele de la recámara de mi prima y todo volvió a lo normal, pero unos minutos después se escuchó que algo había caído en el edificio provocando un sonido fuerte que hizo eco, nos espantamos y salimos a ver si todo estaba bien, pero al estar asomadas del barandal no había nada ni nadie.
Continuamos con el día normal y vimos una película para olvidarnos de lo que había pasado, mientras, yo recibí una llamada de mi mamá, le respondí y ella me dijo que estaba llegando a casa de mi abuelita, por suerte dejamos las copias de las llaves escondidas en un lugar para este tipo de circunstancias, le dije que abriera y que mi abuelita y yo llegaríamos más tarde.
Ya estaba anocheciendo y eran cerca de las 9 de la noche, mi abuelita y yo ya teníamos que irnos porque mi mamá estaba en nuestra espera.
Llegamos a casa alrededor de las 11 de la noche y acercándonos a la puerta vimos que se encontraba abierta y yo fui la primera en correr para entrar a la casa y darme cuenta de que las sillas de la sala estaban afuera y ensangrentadas, mi mamá se encontraba espantada, algo débil y con lágrimas en los ojos en una silla de plástico de las que siempre están en el patio solté las cosas en la mesa que estaba cerca, y le pregunte qué había pasado o que tenía y solo tenía palabras para decirnos "el gato está en la sala", solo actué para abrazarla y llorar de la impresión. Le dije a mi abuelita que fuera a la sala y la revisara porque cuando entré alcance a ver de reojo mucha sangre y que mi mamá me había dicho que el gato estaba ahí.
Mi abuelita también soltó las cosas y se fue a asomar a la sala en donde tiene una vitrina grande, una sala de color azul con almohadones blancos que ella forró, un tapete de color verde, un librero, una chimenea, una mesa de comedor para 6 personas de madera y una mesa de centro con un florero encima y unos cuantos cuadros de pinturas de paisajes que ella hizo hace varios años, colgados alrededor ella se acercó al gato y lo vio que estaba bañado en sangre y lamiéndose sobre una de las sillas del comedor que hacen juego con la mesa de madera fue corriendo por una toalla vieja y lo envolvió en ella para poder cargar al gato, limpiarlo y bañarlo con agua tibia.
Yo llevé a mi mamá a recostar y me acosté con ella, esa noche no quise dormir sola y mi abuelita empezó a limpiar la sala tapada de la boca y la nariz con cubetas llenas de agua mezclada con jabón y cloro en su intento por deshacerse de los charcos de sangre que había esparcida por toda la sala.
Empecé a caer en un sueño profundo y ya no supe qué pasó por la madrugada.
Mi abuelita suele levantarse alrededor de las cinco o seis de la mañana a diario para hacer las tareas de la casa y cuando yo desperté al día siguiente mi mamá también ya se había levantado. Eran casi las 9:30, me retiré las cobijas y me dirigí a la cocina que está al fondo del patio subiendo un pequeño escalón y encontré a mi abuelita y a mi mamá platicando sobre el tema de lo sucedido anoche.
Lo primero que se me ocurrió preguntar fue sobre el gato, porque yo quiero mucho a los gatos, pues me gustan mucho, ya que los considero como leones más pequeños y bonitos. Ellas me respondieron que estaba bien y mi abuelita dijo que solo tenía un pequeño rasguño cerca de su cola y por más que le daban vueltas al asunto no encontraban alguna explicación lógica para lo que pasó.
En la semana el gato simplemente, se fue y no volvió, lo buscamos y preguntamos a los vecinos si no lo habían visto, pero ya nunca lo volvimos a ver. Yo lo recuerdo con mucho cariño, porque lo único que se nos ocurrió fue que quizá algo o alguien fue a hacer daño a la casa y el gato intentó defenderla, tal y como se lo pidió mi abuelita.
Supusimos que el gato se fue para ir a morir, ya que se dice que no les gusta que sus dueños los vean morir.
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