En la lucha contra delitos de corrupción es indispensable la actuación de un Fiscal autónomo e independiente; sin embargo, es más importante contar con una estructura gubernamental que permita acceder a las unidades administrativas para obtener la información que sustente los casos, así lo refirió el ex fiscal anticorrupción de Nuevo León, Ernesto Canales al presentar en el Instituto Nacional de Ciencias Penales su libro "¿Cómo nos arreglamos?".
Acompañado por el titular de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales, FEPADE, Héctor Díaz Santana y del Director de este instituto, Gerardo Lavega, el autor de la obra aseguró que la corrupción, independientemente de si es o no de carácter cultural, como se ha debatido, es, sin duda un mal generalizado.
La forma más eficiente para combatir la impunidad es demostrarle a la ciudadanía que se persiguen y castigan los delitos. "Debe quedar claro que existen consecuencias", sostuvo Ernesto Canales luego de referir su experiencia en Nuevo León como fiscal Anticorrupción.
"Nos tocó trabajar con el Congreso local en contra, pues sus integrantes se oponían al juicio contra sus correligionarios".
Por su parte, el titular de la FEPADE, Héctor Díaz Santana, analizó la importancia de contar con políticas públicas eficaces que fortalezcan el actual Sistema Nacional Anticorrupción y permitan, primero, el libre desarrollo de investigaciones a los delitos en la materia y, segundo, el castigo a los culpables.
"Cuando se habla de corrupción se habla de política y uno de los grandes problemas a los que se enfrenta el Fiscal es a trabajar en un ambiente adverso de presiones y amenazas", reflexionó Díaz Santana.
El titular de la FEPADE aseguró que la lucha contra la corrupción debe ser una "cruzada general" en la que no sólo se requieren buenas leyes o fiscales autónomos, sino políticas públicas a corto, mediano y largo plazo capaces de "dar un manotazo final que permita ejercer acciones libres de presiones".
Aunado a ello, el Director del INACIPE, Gerardo Laveaga, advirtió la importancia de "cambiar el chip" sobre la forma en la que se percibe la corrupción, pues ésta no sólo representa un problema de voluntad política y deficiencias en el actual Sistema Nacional Anticorrupción, sino también un fenómeno conductual profundamente arraigado en la sociedad, mismo que se tiene que revertir a partir de resultados claros para los gobernados.
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